Saturday, October 27, 2007

 
¡DIOS MIO! ¿A QUÉ DIOS REZAMOS? Lc 18:9-14

“Hay algo peor que tener malas ideas. Es tener ideas definitivas/ Hay algo peor que tener mala conciencia: es tener una conciencia perfecta/ Hay algo peor que tener un espíritu perverso: es tener un espíritu acomodado.” (Ch. Peguy).

La parábola de hoy nos muestra LAS ACTITUDES de dos personas que reconocen la necesidad de la trascendencia, que hay algo más allá que la pura materia y la pura sensibilidad; que reconocen la existencia de alguien que es más que un mero organizador, constructor o arquitecto de la realidad humana o natural… al cual solemos llamarlo Dios, se dirigen desde realidades muy distintas y desde su circunstancia particular: uno observante de la ley y de los preceptos, otro responsable de cobrar los impuestos y acostumbrado a las mentiras piadosas y a las imperfecciones de todos los días, unas veces de mayor calibre, otras de menor, da igual para este tipo de gente recibir coimas, transgredir normas. Sin embargo, ninguno de los dos es feliz. El fariseo cree que puede conseguir la salvación, por sus méritos y observancias. El publicano reconoce su pecado y error… pero no sabemos si cambió de costumbre… Los dos se dirigen al mismo destinatario: ¡Oh Dios! ¡Dios mío! ¿serán dos métodos de oración? ¿serán dos actitudes ante la vida? Como dice Ch. Peguy lo peor es tener ideas definitivas sobre nuestro comportamiento tan relativo, lo peor es acomodar al Señor a nuestras ideas…. ¿a qué Dios están rezando estas honestas personas, una humilde y otra orgullosa?
EL GRAN PROBLEMA DE LA RELIGIÓN ¿O, DE LAS PERSONAS RELIGIOSAS? Los críticos de la religión, los racionalistas o los profesionales instalados en su campo del saber, en lo común personas bien posicionadas, suelen decir que la religión es una necesidad del ser humano carente de muchas cosas, una ilusión ante tanta insatisfacción, el opio del pueblo. Otros, seguros de sí mismo, afirman categóricamente que Dios se ha manifestado claramente en lo que encierran las verdades de los dogmas y doctrinas. La mayoría de creyentes oscilamos entre la culpabilidad y la satisfacción de los actos. “¿Es que acaso no debemos amarnos a nosotros mismos para amar a los demás?” El fariseo reclama el reconocimiento de su esfuerzo. El publicano reconoce su instalación en la mediocridad. ¿Cómo debe relacionarse el creyente con su Creador y Señor? Es la enseñanza de hoy.
EL SECRETO DE LA VIDA, siguiendo la parábola de hoy, estará en mi actitud fundamental ante Dios y ante los demás, en haber fundamentado mi vida desde el orgullo de mis actos o desde mi actitud ante la realidad y las cosas. Dios es bien concreto, yo me relaciono con él como Creador y como Padre, eso hace que reconozca su grandeza y mi lugar que no será una bajeza, sino una relación, esto es lo que a todos nos hace capaces de seguir luchando, amar y esperar. ¡Oh Dios! No importa quién soy, lo que importa es que Tú eres, y que gracias a ti, yo soy. ¡Pero, puedo ser mejor!

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