Sunday, September 16, 2007

 
"DIOS ESTÁ MÁS CERCA DE LOS PECADORES QUE DE LOS SANTOS." Lc 15: 1-10.

¿Qué chocante que suena esa frase: Dios está más cerca de los pecadores que de los santos? No es mía, la encontramos en una de los bellos y profundos libros del místico jesuita hindú Tonny de Mello. Pareciera que va contra la esencia de la doctrina religiosa predicada por la Iglesia. ¡Por algo lo mandaron a callar, después de muerto! ¡Pobre Tonny, pero quedan tus libros que bien leídos nos invitan a seguir pensando la fe, la vida, la imagen de Dios y la manera cómo nos debemos relacionar con él. Es la misma táctica de las parábolas. Hoy en el evangelio de Lucas aparecen tres en vez de una, en el capítulo quince de su evangelio y las tres nos señalan la “ALEGRÍA DE ENCONTRAR LO PERDIDO: La oveja perdida, la moneda perdida, el hijo perdido. Tres bienes distintos: un animal, una moneda y un ser humano.” Imposible captar el mensaje si no dejamos de escandalizarnos de la verdadera imagen de Dios que hoy nos presenta Jesús con su comportamiento de comer y dejarse tocar por pecadores y publicanos. Distinta imagen por supuesto, del dios oficial de los piadosos fariseos.

“Dios está más cerca de los pecadores que de los santos.” ¡Qué desconcertante! ¿Cómo explicaba el maestro semejante enseñanza? Nos dice: “Desde el cielo, Dios sostiene a cada persona mediante una cuerda. Cuando pecas, cortas la cuerda. Entonces Dios repara la cuerda mediante un nudo, con lo que te acerca un poco más a él. Con cada pecado que cometes, cortas una y otra vez la cuerda; y con cada nuevo nudo, Dios te va acercando a él progresivamente.” Y, ¿esto produce el cambio de los pecadores? Lo único que produce esta imagen es enseñarnos que solo el amor es creíble, solo el amor nos cambiará. Si existe el pecado es por la falta de amor, por la falta de alegría. Imposible tener una alegría verdadera cuando hay tanta maldad, sufrimiento en este mundo. Pero, al mismo tiempo imposible vivir sanamente si no experimentamos la alegría del perdón, del encuentro y del olvido. Saber que alguien nos ama incondicionalmente eso provocará el cambio. La frase: alégrense conmigo. Hay más alegría en el cielo por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan conversión, es el centro del capítulo quince, se repite después de cada parábola que hoy nos cuentan, es el centro del mensaje de Lucas sobre lo que predicó Jesús; y es el por qué Jesús acampó entre nosotros. Este evangelio solo lo entenderá el que ama, pues, quien ama a una persona que se encuentra perdida en las drogas, alcohol, prostitución, delincuencia, ambición, en el pragmatismo económico, en los dioses que suelen reemplazar al Dios verdadero, comprenderá cómo duele verlos sufrir o sentir el dolor que causan a otros. Pero cuando se logra el milagro de la transformación que es posible recuperarlos, que sí es posible el cambio. La ALEGRÍA por encontrar lo perdido es símbolo de plenitud, de eternidad.

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