Friday, March 23, 2007

 
“…Y Jesús se quedó solo con la mujer adúltera” (Juan 8:1-11)

EN EL TIEMPO de Jesús era anormal que un hombre público se quede solo con una mujer, esta tenía que ocuparse de las cosas de la casa. En nuestro tiempo es tan normal el encuentro del hombre con la mujer de las más variadas características y necesidades. Lo importante es analizar la calidad y la finalidad del encuentro. LA CASUÍSTICA: el análisis de los casos de conciencia, de las faltas a la moral y las buenas costumbres parecería cosa del pasado. Sin embargo, hoy se los retoma con mucha fuerza para sacar dinero, dañar la imagen de alguien o algo, como el acoso sexual, las infidelidades por motivos laborales, stress, soledad, las aventuras de las grandes estrellas que producen grandes negociados con sus escándalos y multiplicidad de uniones y desuniones. El caso de la mujer adúltera presentada por los expertos de la religión de aquel entonces, no es un simple caso de teología moral descontextualizada, pues se habla del adulterio de una mujer y se desea aplicar el máximo rigor: la pena de muerte por tamaña falta. Pero nada se dice del amante, que huyó y se escondió en alguna parte para salvar su “dignidad.” Interpretar los personajes bíblicos como casos individuales es una de las peores maneras de entender su mensaje. La característica (el carácter-huella) de los personajes bíblicos es que representan a un pueblo, a un grupo de comunidades ¿Quiénes son los que constantemente somos agarrados en adulterios al faltar a nuestros ideales, a no corresponder a tanto amor recibido? ¿Cuántas veces no hemos confesado y proclamado que somos un pueblo católico, en el caso de los países que aún se llaman así y juran la constitución en nombre de Dios? ¿para qué nos ha servido? ¿hemos cambiado el estándar de vida de nuestra gente? ¿hemos superado la pobreza? O preferimos considerar, mas no confesar, los errores y debilidades sexuales como el gran problema de nuestra vida? ¿Qué hay del proyecto de hermandad, dignidad para tod@s?

RECORDEMOS que estamos en cuaresma, camino hacia la pascua y lo que nos estamos preguntando no es solo qué tipo de error y pecado tengo, sino ¿qué es lo que realmente provoca en nosotros el cambio, las ganas de ser mejor y hacerlo? La lectura de los dos domingos anteriores ofrecía algunas pistas. Una nos daba otra oportunidad más (no cortar la higuera) y otra nos narraba el amor del Padre por sus dos hijos (el pródigo y el legalista). Hoy una vez más la belleza de la narratividad bíblica nos presenta la escena de Jesús y una mujer pecadora, como en otras ocasiones, la mujer que le derramó el perfume, la que lo tocó para que la cure, etc. Jesús rompe la hipocresía religiosa y ofrece la alternativa de vida: “yo tampoco te condeno.” Sin caer en la trampa de contestar a la pregunta de los expertos de la religión: “la ley dice condenarla.”

OTRA HISTORIA: Para comprender la lectura de hoy puede ayudar la historia de Susana, mujer bella y piadosa, que nos cuenta el libro de Daniel 13, que por la corrupción de los ancianos, concejales de su pueblo quisieron aprovecharse de ella y seducirla, al no ceder por fidelidad al cariño de su esposo y al amor de Dios, fue condenada a muerte. Pero ella confiaba en Dios, y Daniel descubrió la mentira de los ancianos. La asamblea gritó que Dios salva a los que esperan en él. La Historia de la adúltera no nos dice nada de su religiosidad sino de la grandeza de su falta. Ante ella se presenta la inmensidad de la misericordia de Dios. Algo vio Jesús, más allá de la hipocresía de los legalistas que instrumentalizaron a la mujer para tenderle una trampa a él. Algo vio Jesús en la mujer para decirle: yo tampoco te condeno. No solo nos habla de igualdad, sino de la salvación integral. No sabemos qué pasó con la vida de la mujer, solo que no la apedrearon. El encuentro real con Jesús es liberador y después las cosas no pueden ser iguales. “Vete en paz y no peques más.” Aprovecha la vida que es una, corta y bella, vívela a plenitud. Amén.

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