Friday, March 02, 2007

 
“Y hablaban de su éxodo…” (Lc 9: 28-36)

El Tiempo de cuaresma lo hemos definido como un camino hacia la pascua, celebración de la vida, muerte y resurrección de Jesús, paradigma de nuestra historia. El primer domingo hemos reflexionado sobre las “Tentaciones de Jesús,” ¿pruebas o desafíos? Las dos cosas, la diferencia está en que solemos entender que las pruebas no las manda Dios como si fuera un Rey envidioso o un Padre celoso que no quiere sombras. En cambio los desafíos son las metas que nos ponemos para alcanzar aquello que creemos que vale la pena. Hoy nos anticipa la gloria del Señor, Jesús se transfigura, lo que significa, según el texto que “en la oración su rostro cambió y sus vestidos brillaron.” La gloria de Dios es la belleza de la fe, la felicidad del ser humano. Jesús hoy nos anticipa ese misterio de vida para todos nosotros. Pero lo hace, según Lucas, después que Pedro lo proclamó como Mesías, el Salvador (Lc 9:18-20) Jesús en cambió anuncia su pasión.

Es camino hacia Jerusalén donde Jesús experimenta el anticipo del final de su historia, la eternidad, la vida verdadera, pero para ello tiene que salir, que es el sentido primero de la palabra éxodo. Jesús en la oración hablaba, nos dice el evangelista, con Moisés y Elías, según unos se interpreta como la Ley (Moisés que recibió los mandamientos) y los profetas (Elías, quien era reconocido como enviado de Dios por los milagros que hacía). Según otros, los tres: Moisés, Elías, Jesús representan la comunicación de Dios con los hombres y mujeres en la historia, profecía es anunciar, con la diferencia que Jesús es la palabra definitiva del Padre. Lo cierto es que esa palabra que salió, tiene un largo camino que recorrer para llegar a su meta final que no será el templo de Jerusalén como lo manifiesta el texto, sino la expresión última de la realidad: esta historia tiene un final feliz si hay fe, oración y si salimos de nuestro propio amor, querer e interés. Somos peregrinos, como Abraham, mensajeros como los profetas, pero sobre todo somos hijos en el Hijo Amado, como Jesús. Lamentablemente en vez de salir de sí mismo, nos encerramos en nosotros mismo y esta historia nos muestra un éxodo distinto como nos dice el articulista del diario Hoy Simón Espinosa (Ecuador, 01-03-07):

“El final del siglo XX nos trajo el terrorismo contra Occidente, la migración y la genética. De alguna manera, el terrorismo ha unido al primer mundo; también la migración ha unido al primer mundo. Ulrich Beck, catedrático de Sociología en la Universidad de Múnich, observa que: “El emigrante común encarna la confusión de las fronteras entre naciones, Estados, órdenes jurídicos y sus contradicciones correspondientes. La perspectiva nacional es incapaz de ver a los emigrantes como la vanguardia de una movilidad transnacional. La perspectiva nacional los ve como criminales potenciales”. Con esto, las tareas simultáneas del siglo XXI se van aclarando. Tarea uno: erradicar el terrorismo y obligar al contraterrorismo a respetar el derecho y la justicia. Tarea dos: conservar la Tierra y convertirla en un hogar universal. Tarea tres: lograr la humanización de la cultura de masas. Los medios para cumplir con estas tareas son el retorno a una ciencia gobernada por la ética, y auxiliada por la genética. Según Edward O. Wilson: “Hemos ido aprendiendo que la ética lo es todo. La existencia humana está basada, al contrario que la del animal, en una propensión genética a establecer contratos a largo plazo que evolucionan por la acción de la cultura hasta convertirse en preceptos morales y leyes”. Para el creyente la cuestión de ser ciudadanos del mundo solo la podremos desarrollar anticipando un futuro mejor para todos desde la convicción profunda que Jesús nos muestra el camino. Las dificultades no son el problema. El problema es creer o no que podremos transformar esta historia. Así sea.

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