Friday, February 09, 2007

 
FELICES LOS QUE SUFREN (Lc 6: 17, 20-26)

LAS CONTRADICCIONES DE LA VIDA: ¿quién puede entender a Jesús y al Dios de Jesús cuando nos dicen que los que sufren: los pobres, los que tienen hambre, los que lloran por falta de amor en el hogar, justicia en la sociedad, oportunidades en la vida etc, pueden ser felices? ¿Es verdad esto o es pura retórica espiritual? ¿Acaso no es verdad la oración que rezaban nuestras abuelas en que se pedía que después de este destierro, de este valle de lágrimas nos alcance la gloria de contemplar a Cristo? El gran problema de los cristianos en América Latina y en muchas partes del mundo, como muy bien lo dijo el maestro de teología Gustavo Gutiérrez es “¿cómo decirle a los pobres que Dios los quiere?” O como él mismo lo expresó en su bello libro sobre el sufrimiento en Job ¿cómo hablar de Dios al que sufre? El Ecuador es uno de los países más “católicos” del continente y es uno de los países más inequitativos, teniendo todas las fuentes de riqueza naturales: petróleo, pesca, textiles, turismo, banano, café etc, cerca del 10 por ciento de la población vive en la extrema pobreza con un dólar diario. ¿Para qué ha servido nuestro catolicismo? Es en este contexto en que hoy debemos leer el evangelio de Lucas que nos pone el “Sermón del Llano.” Y es desde la experiencia de la vida en que únicamente se podrán comprender estas palabras que seguirán dando que hablar: “Cómo podrá alguien ayudar, si nunca ha necesitado un hombro amigo/ Cómo podrá alguien curar, si nunca se ha sentido herido/ Cómo podrá alguien comprender, si nunca en su vida, ha tenido el corazón roto/ Cómo podrá alguien amar si nunca ha sufrido/ Cómo podrá alguien anunciar la buena noticia si nunca se ha preocupado de los signos de los tiempos.”

EL PROYECTO DE DIOS: Jamás podremos entender las bienaventuranzas si no entendemos la vida humana y la vida cristiana como un proyecto con objetivos concretos, estrategias claras, visión de futuro, consensos y motivaciones corporativas, comunitarias. Las bienaventuranzas son el proyecto social de Dios, y lo más social es lo más espiritual, pues el proyecto final y abarcador es la FELICIDAD del ser humano, pero en especial del que sufre. Hoy Lucas lo pone a Jesús en el “Llano”, después de bajar del Monte. Mateo recalca que lo dijo en el Monte, como Moisés. Las bienaventuranzas solo son el comienzo del sermón, luego sigue la sección Lc 6: 27-40 la regla de oro del amor y la medida, para terminar con Lc 6: 41-49: la actitud de los discípulos: la acción concreta que nos conectará con el objetivo final: la felicidad. Pero ¿qué es la felicidad? ¿dónde se la puede encontrar? ¿Quién es feliz hoy? La sociedad del prestigio y consumo, la tv y los medios de comunicación nos dan un paradigma de muchos nombres: el hombre-mujer estético, de las buenas formas, el empresario exitoso, el tecnócrata. Las bienaventuranzas nos dan otro, como lo afirman las otras lecturas de hoy: el que administra su vida con sabiduría, quien confía en Dios totalmente. Quien conoce los llanos de Venezuela, o la llanura de Argentina, la pampa, los montubios ecuatorianos etc, comprenderá culturalmente que la palabra en el llano se cumple, es vida, se dice en condiciones de igualdad, conforma la cultura cotidiana, como los consejos del “Viejo Vizcacha” a sus hijos eternizados en el “Martín Fierro.” Jesús no solo será un sabio, que nos enseña vivir con sentido, ni un profeta que habla en nombre de Dios, sino que es la palabra definitiva sobre el sentido del hombre y la historia: quiere nuestra felicidad y lo proclama con su vida. Nada ingenua es su predicación cuando nos dice que no hay reino, sin luchar con el antireino: ¡Ay de ustedes los ricos, los que tienen, y los que gozan, pues la felicidad no está en el poseer. El que persevere, lo entenderá.

LA RESPUESTA a las bienaventuranzas dependerá de tu actitud ante la vida y de la confianza en ti mismo y en Dios: “No tenemos en nuestras manos las soluciones a los problemas del mundo. Pero frente a los problemas del mundo, tenemos nuestras manos. Cuando Dios venga, nos mirará nuestras manos. El hombre de la tierra no tiene el poder de suscitar la primavera. Pero tiene la oportunidad de comprometer sus manos con la primavera. Si amamos nuestra tierra, que la mañana nos pille sembrando.” (Mamerto Menapache). Los signos de hoy: la pobreza, la paz, ternura y sentido de la vida exigen hombres y mujeres que encarnen las bienaventuranzas. Así sea.

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